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El caminante sobre el mar de niebla

Cartas no enviadas

Carta a un monárquico.

Carta a un monárquico.

Me gusta, lo intento y creo lo consigo (¡¡Dios mío, di que sí!!) respetar a todo el mundo, incluso en un tema tan complejo como este de la política.

Excluyo evidentemente a los muy radicales (tanto de un lado como del otro), pero sería mentira si dijera que no acabo exaltándome si entro al trapo como casi todo el mundo cuando se ve en estos casos. ¿Verdad?

Todo el mundo con la edad, la experiencia, el bien estar  o vete a saber si todas a la vez, no lo sé, acaban cambiando en su manera de pensar. Se impone en muchos la opinión de la comodidad establecida a cambio de seguramente el ideal de toda la vida. Es lo que observo a mi alrededor, con mis amigos, compañeros y personas con las que hablo que van cumpliendo edad al igual que yo. Pero en mi caso, sería digno de analizar, me pasa todo lo contrario, me niego a aceptar lo que creo se me impone por las denominadas fuerzas dominantes que solo buscan su razón que como digo es de dominar al máximo la sociedad (en muchos casos sin poner fronteras). Hablo del poder de la comunicación, del político, religioso, económico, y otros tantos etc. Ellos limpian permanentemente su imagen que es de la que viven para someter que es la mejor manera de acaparar o enriquecerse (las hemerotecas y sobretodo la historia está llena de ejemplos)

Yo por donde he ido discurriendo con mis edades desde mis principios he ido encontrándome con esta constante. En el colegio de religiosos donde ¿me educaron?, me castigaron muchas veces por hacer y hacerme muchas preguntas. En todas mis etapas de estudiante pase por innumerables crisis al no estar conforme con el sistema de estudio que sufría. En el ejercito (ilustre armada) me pase casi la mitad del periodo cumpliendo arrestos por insubordinaciones y reproches a mis superiores. Ya en el mundo del trabajo el haber sido sindicalista, y sin serlo también, durante algunos años me relegó profesional y económicamente. Así todo en muchos más casos de la vida, pero la objetividad gracias a dios no la he perdido a pesar de mi bienestar y el de mi familia.


Al final lo que quise aprender lo busqué en los libros y en la calle, desconfié casi siempre de lo que gratuitamente me explicaban o predicaban. Y fue así como creo que hoy he conseguido los suficientes filtros para que cuando algo me llegue sea siempre lo más limpio o depurado posible. Lo consigo o lo conseguiré, creo, no lo sé (verás que siempre dudo mucho, tranquilo que es de nacimiento), pero busco al máximo la imparcialidad de las cosas y contrasto antes lo que dicen opiniones distintas, para al final quedarme por lo menos con lo que siento más sensato.


Tuve un abuelo republicano y de izquierdas y el paterno franquista y de derechas, así que desde   muy pequeño mamé las dos leches, y te aseguro (claro que mi caso no es ejemplo absoluto) aprendí más bueno del primero. Los dos sufrieron física y moralmente por sus ideas, no lo dudo porque lo aprecie con sus propias historias. Pero mi abuelo Francisco me dejó más y mejor, el otro no tanto. Aunque evidentemente mis padres tuvieron mucho más que ver en mi personalidad. Este hecho me definió o marcó para el futuro y resto de mis días.

Aún con todo lo que te he dicho, tendría que definirme mejor para que tuvieras una idea de mis inquietudes, en este caso políticas. Pero te contaré sin enrollarme más que en cuanto a las monarquías  por lo que he leído y visto no son de mi agrado, la Borbón tampoco, nada más hay que leer la historia para ver como nos ha ido con todos los borbones.  


Discutir contigo que tanto has manejado este tema, según me comentaste, sería un atrevimiento por mi parte, pero aún así, una cosa nada más, en una sociedad moderna  en la que como algo elemental defendemos el derecho a la igualdad no encaja por definición algo que aspira a perpetuar por dinastía una unidad política muy discutible en un país tan pluricultural (con lenguas nativas) como el nuestro. 

Distinto es que te guste Juan Carlos (que todo lo que hace o dice esta por encima del bien y del mal y pobrecito de quien lo critique o niegue) como persona o personaje, como nos puede gustar alguien sobresaliente para representarnos en un momento determinado. Pero las monarquías antes absolutistas hoy parlamentarias pues no. No quiero entrar en otras cuestiones más impositivas como que nos la metieron con calzador aprovechándose una transición   tan traumática como la nuestra de aquellos años  salida de un régimen dictatorial. Y claro que lo decidió también el pueblo, pero indirectamente y con ese miedo a no saber si nos convenía como algo mejor a lo que tuvimos (los nacientes partidos políticos nos lo plantearon así que yo lo viví). Recordemos y no olvidemos que Juan Carlos fue instaurado y no restituido.

Perdóname, pero me sale sólo decir:


- ¡¡Viva la República!!